Las finanzas personales y el manejo del dinero son de esos temas que, como padres y madres, asumimos; tan importantes para la vida, como difíciles de abordar. Para muchos es incluso, más complicado tocar el tema de la plata que el de educación sexual. ¿Por qué? Si hay algo que manejamos todos los días y lo seguiremos haciendo por siempre, es el dinero.
Nos han criado pensando que el dinero es sucio, por eso hay que lavarse las manos después de tocarlo. Nos han dicho que es malo o para personas avaras. Y hasta nos han hecho creer que quien hace dinero tiene las “puertas del cielo” prácticamente cerradas. En los círculos sociales es más fácil y común discutir sobre relaciones, sexo, emociones y trabajo que respecto a nuestras finanzas. Sin embargo, es curiosa e innegable la constancia con la que pensamos en el dinero.
Eso debe cambiar pronto o mejor desde ya. Mientras sigamos creyendo de mala educación hablar de cuánto se gana, se gasta, se debe o se ahorra, vamos a continuar con la brecha de actitud y conocimiento sobre educación financiera. Y no es ser financieramente analfabetos por el mero gusto y placer, pues si al final nadie nos toca el tema y en la escuela tampoco nos lo enseñan, entonces ¿cómo vamos a aprender a tener una vida financiera sana?
Si ya cometiste unos cuantos errores por no saber cómo manejar adecuadamente tus ingresos y gastos, ahorrale a tus hijos e hijas el dolor, confusión y estrés que vos ya viviste. Si en su escuela no se lo están enseñando, te toca a vos hacerlo y como sé que comenzar no es fácil, a continuación te presento cuatro reglas para poder hablar con los más pequeños de la casa sobre la plata y, claro está, para ser consistentes con lo que decimos:
1. El dinero es un tema tabú
¿Ya tocaste el tema del sexo con tus hijos? Probablemente en el proceso te diste cuenta que sabían más de lo que pensabas; pues lo mismo sucede con el dinero. Sin embargo, también es probable que estén confundidos con respecto a lo que saben. En esta era tecnológica, la información está al alcance de un click, por lo que estos niños y adolescentes tienen mucho mayor acceso que nosotros a precios y costos. Para ellos es fácil saber cuánto cuesta un carro y conocerse todas las marcas disponibles en el mercado (conozco a un niño brillante de 8 años que las recita como nos enseñaron a nosotros el famoso poema “Margarita” de Rubén Darío). El asunto es que todo es relativo. Precisamente, es este el vacío que debemos llenar, de aquí vienen las confusiones, pues de nada sirve que sepan el precio de un Corolla o un Lexus, si no saben si eso es mucho o poco dinero: ¿A cuánto ascienden los ingresos de la familia? ¿Es un carro que se podría comprar o está fuera del alcance? ¿Cuánto ganan papá y mamá y en qué se gasta el dinero familiar? Solo conociendo todos estos datos, los niños van a tener una luz sobre las finanzas personales y la información que tan fácilmente pueden conseguir en línea.
2. Pensá y actuá antes de hablar
Esta es una verdad universal pero, en este caso, me refiero a que antes de hablar con tus hijos sobre finanzas personales debés, además, reconocer tus propios valores sobre la riqueza. Muchos padres y madres tienden a tener una idea bastante clara sobre los valores que quieren inculcarles a sus hijos en relación con el dinero, pero pueden no tener pensamientos tan claros sobre sus propios valores.
¿Qué quiero decir con esto? Podrías estar diciendo, por un lado, que no querés a tus hijos e hijas pensando que las posesiones materiales son la fuente de la felicidad y la satisfacción y, por otro lado, estar consumiendo, comprando y gastando compulsivamente. Como resultado, nuestros retoños verían que los valores que les instamos a desarrollar, no son los que guían nuestras vidas. Debemos recordar que la palabra inspira, pero la acción convence.
Lo ideal es que cada padre piense por separado sobre sus propios valores y luego lleguen a un acuerdo, pues de no hacerlo, los niños son expertos en descubrir esos puntos de discordia entre sus padres y usarlos en su contra: armonicen sus valores antes de hablar con sus hijos e hijas y serán exitosos al manejar la conversación y sus propias vidas.
3. Hablá con ellos, no a ellos
¿Suena casi lo mismo? No lo es. Cuando hablás con tus hijos hay un diálogo de por medio, dejás que pregunten y den su opinión. En el segundo caso, solo los estás sermoneando y como sabrás, eso rara vez funciona: es la mejor manera para que NO te presten atención. Para lograr conversar en lugar de sermonear, tené presente estos puntos:
Evitá el uso de frases que suenen despectivas o de menosprecio, como son: “Sos demasiado chavalo para entender”, “Cuando seás papá (o mamá) me vas a comprender”, “Tal vez cuando crezcás…”; así como frases que no inviten al diálogo, por ejemplo: “Porque yo lo digo”, “Eso no te incumbe”, “Esa pregunta o comentario está fuera de lugar”.
Todo debe ser comprensible a su nivel. Enfocate en que aquello que intentás transmitir sea acorde a su edad. Si tu hija o hijo es aún muy pequeño, no podés tocar temas como la hipoteca o el interés compuesto, pero si ya es un adolescente, perfectamente lo entenderá.
La mejor manera de motivarlos en la plática es haciéndoles preguntas que desafíen sus supuestos y lo que creen saber. Invitalos también a buscar sus propias respuestas.
4. Dales una mesada
Los primeros tres puntos se relacionaban con la conversación, pero aun más importante son las acciones -como ya lo dije. Una mesada es de esos pasos claves que pueden ayudar a tus hijos a manejar su dinero desde una temprana edad. Podés comenzar dándoles dinero para ciertas actividades, como una ida al cine y dejando que lo administren: con cierto monto deberán decidir si compran hot-dog, palomitas o unos dulces, o si guardan el dinero para cenar después.
Más adelante, podrías darle un semanario con un monto adecuado que cubra lo que necesitan: no puede ser tan alto que puedan comprarse todo lo que quieran, ni tan bajo que si siquiera puedan tomar decisiones porque no les alcanza.
Para adolescentes e hijos mayores, se recomienda ir variando la mesada de forma semanal, a una quincenal, a una mensual para forzarlos a que se presupuesten. Es probable que al comienzo se queden sin dinero antes de tiempo, pero serán lecciones que les servirán toda la vida.
Finalmente, tené presente que hablar con tus hijos e hijas sobre finanzas personales no es algo que hacés una sola vez. Por el contrario, se debe hacer constantemente. Es un desafío de toda la vida. Si no dejás de ser padre y madre en todos los otros aspectos, ¿por qué hacerlo con este tema tan importante? Tus hijos necesitan de tus consejos y guía en diferentes etapas y si hacés bien tu trabajo, vas a poder inculcarles los valores que querés con respecto a la riqueza.