Hace más de un mes inició el año escolar, lo que requiere mantenernos alertas del comportamiento de nuestros hijos en el colegio. Debemos preguntarles siempre cómo se sienten, si tienen nuevos compañeros y compañeras de clases, nuevos amigos y si se sienten a gusto en la nueva etapa que recién inician. Esto nos permitirá darles un seguimiento en su rutina, tanto en el hogar como en el colegio, con la finalidad de evitar cualquier situación difícil para ellos y para nosotros.
El bullying escolar es una conducta violenta y recurrente que se da entre iguales y se refiere a las muchas acciones, actitudes y hechos emprendidas por diversos protagonistas en el espacio escolar. Las manifestaciones pueden ser maltratos físicos, insultos, exclusiones, burlas y otros.
La continuidad del bullying en la escuela tiene consecuencias negativas para la persona agredida como la baja autoestima, los estados de ansiedad o los cuadros depresivos. Esto dificulta, en gran medida, su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes.
Por otro lado, el estudiante agresor actúa como el líder de un grupo y nunca lo hace de forma solitaria. A menudo, los demás miembros del grupo se suman a la agresión o, por el contrario, se abstienen de cualquier intervención cuando guardan un silencio cómplice o alientan el maltrato.
De igual manera, los estudiantes que intimidan a sus compañeros tienen la necesidad y el deseo de tener el control, el poder y de infligir daño a quienes consideran indefensos. Además, obtienen placer al causar sufrimiento en los demás y justifican sus conductas diciendo que fueron las víctimas los que provocaron sus acciones. Así el deseo se materializa en una acción o en un conjunto de acciones que se dan de forma reiterada.
En el caso de las niñas y las adolescentes, tienden a usar la intimidación más sutilmente y acostumbran aislar a sus víctimas del resto de los compañeros, a través de la manipulación y los rumores malintencionados.
Es importante destacar que no es fácil detectar a una víctima de bullying escolar, ya que no se manifiesta de forma inmediata y, cuando lo hace, sus formas son sutiles y poco alarmantes. Por ello, debemos estar atentos y detectar cualquier cambio significativo en el comportamiento de nuestros hijos. Algunos indicadores de alerta son:
Si la persona se vuelve retraída y habla menos, deja de salir con los amigos, pasa mucho tiempo sola, está sensible y llora o se enfada con facilidad, o si se producen cambios en el apetito y come menos o sin hambre.
Si duerme muchas horas o se desvela por la noche, si descuida su aspecto personal o disminuye su rendimiento sacando peores notas. También, si presenta signos externos como posibles golpes, moretones, arañazos o prendas de vestir rotas.
Si la persona rehúsa ir al colegio sin motivo aparente o, al insistir, finge o padece todo tipo de malestar (dolores de cabeza y de estómago, vómitos, problemas visuales, dolencias en brazos y piernas, hiperventilación) y argumenta antes de reconocer el verdadero problema que le preocupa.
Para evitar que nuestros hijos sean víctimas de bullying escolar, debe considerar estas recomendaciones:
Al interior de la familia
- Tomar conciencia de la gravedad del problema, ya que de esta manera se puede evidenciar la situación de riesgo y acudir a la escuela cuando sea necesario para mantener la atención en el comportamiento de nuestros hijos.
- Intentar controlar las horas dedicadas a la TV, a los videojuegos, y sus contenidos, ya que esto puede predisponer a nuestros hijos a la violencia.
- Colaborar con el centro educativo, hablando siempre con respeto hacia la escuela. En este caso, es oportuno el acercamiento de los padres de familia con el o la docente de sus hijos, con la dirección y demás funcionarios del colegio.
- Valorar la educación y el esfuerzo (procurar establecer en las casas un modelo de educación cálido y coherente, pero firme, con la imposición de límites razonables y claros).
- Fomentar y premiar los comportamientos solidarios, la compasión y el sentimiento de justicia en nuestros hijos, lo que permitirá que ellos no se conviertan en abusadores.
Al exterior de la familia
- Acudir a un experto si se detecta algún problema serio de conducta. En este caso, cada colegio debe contar con la atención de un psicólogo, quien podrá hacer las valoraciones necesarias si descubren casos de estudiantes con actitudes agresivas.
- Controlar todo lo que se pueda el comportamiento de los hijos adolescentes en horario extraescolar. Esto es fundamental, ya que esta etapa es vulnerable y puede desviarse la conducta de nuestros hijos.
- Procurar conocer a los amigos de nuestros hijos. Esto permitirá que se pueda controlar y determinar si no son perniciosos para ellos.
En fin, incrementar la presencia, la participación y la autoridad de las familias en la escuela requiere de nuevas propuestas de colaboración en la búsqueda de soluciones conjuntas para afrontar situaciones de violencia en las aulas. En este sentido, el aislamiento, característico de muchos padres de familia, debe superarse en beneficio de sus hijos e hijas que conviven cada día con otros niños y adolescentes con comportamientos divergentes en el ámbito escolar.