A la mayoría de las personas les genera incomodidad pensar en la palabra presupuesto. Algunas lo asocian con algo aburrido, con un documento tedioso o complicado, como si fuera una limitante, casi una soga al cuello. Otras lo relacionan con personas adineradas o de pocos ingresos.
La realidad es que el presupuesto es para todos y, lejos de hacernos sentir controlados o restringidos, esta herramienta nos va a servir precisamente para alcanzar nuestra metas de forma ordenada. El presupuesto no es más que un plan en el que cada uno decide cómo y en qué va a gastar su dinero.
No importa si querés salir de deudas, comprar una casa, ahorrar para irte de viaje o simplemente no sentirte “coyol quebrado, coyol comido”; el presupuesto te va a ayudar y mucho. En síntesis, este plan es la base de una vida financiera sana.
¿Para qué hacerlo?
¿Cuántas veces te ha pasado que faltan 3 días para la siguiente quincena y no solo ya no tenés dinero, sino que además no sabés hacia dónde se fue? Este escenario, seguramente repetido una y otra vez, podría evitarse con un presupuesto, pues ahí definirías de antemano en qué gastar tu dinero y cuánto destinarás a cada rubro.
Al elaborar tu plan de ingresos y gastos, y al llevar su respectivo control, vas a poder:
- Identificar esos gastos extras que son claves para no incurrir en deudas.
- Modificar tu estilo de vida rápidamente si tu situación económica cambia.
- Lograr tus objetivos financieros.
Si examinaras con cierta regularidad cómo se componen tus rubros de gastos y en qué se va tu dinero, podrías sorprenderte. Este proceso es esencial para darte cuenta de cómo cada pequeño gasto va sumando.
Muchas veces, cuando evaluamos nuestros gastos, nos enfocamos nada más en los grandes rubros –la renta, la comida, los servicios básicos y el transporte- y no en los pequeños. ¡Ahí es donde se va nuestro dinero! En el café de las tardes, en la repostería día de por medio, en la mesada entregada a los hijos y en cada erogación diaria de dinero. Por eso, con tus primeros ejercicios de presupuesto vas a poder ir eliminando esos gastos “hormiga” que no aportan tanto a tu satisfacción y sí te quitan ingresos necesarios para destinar a rubros más importantes como el ahorro.
Crear un presupuesto disminuirá tus niveles de estrés porque con un presupuesto, no hay sorpresas. ¿Problemas inesperados con tu carro? ¿La universidad de tus hijos? ¿Las vacaciones soñadas con los amigos? Con tu plan de gastos no tenés que preocuparte o preguntarte si tenés el dinero para hacerlo. ¡Ya lo sabés porque lo planificaste!
Al final, todos tenemos recursos limitados y debemos dirigir nuestro dinero hacia aquello que más nos importa y más felicidad nos trae.
¿Cómo se hace?
No tenemos por qué complicarnos la vida al realizar nuestro presupuesto, los dos rubros más importantes que debe llevar son:
Los ingresos: o sea cuánto dinero gano mensualmente, ya sea en un trabajo, por mi cuenta, con un negocio, una pensión y/o con la renta de bienes.
Los egresos: es decir, en qué decido gastar mi dinero.
Es muy útil ver tus ingresos y gastos anualmente, dividido por meses, pues aunque hay gastos fijos, existen otros que no se tienen cada mes. Así, podés comenzar pensando en los gastos regulares, como el alquiler, los servicios básicos, transporte, colegio de los niños, entre otros.
En este sentido, uno de los errores más comunes es no incluir todos los gastos. Para que esto no te suceda, revisá de manera disciplinada y periódica tus estados de cuenta de la tarjeta de crédito y débito, así como recibos y facturas de los meses anteriores. Solo así podrás saber cuánto y en qué gastás realmente tu dinero.
A la mayoría de las personas les genera incomodidad pensar en la palabra presupuesto. Algunas lo asocian con algo aburrido, con un documento tedioso o complicado, como si fuera una limitante, casi una soga al cuello. Otras lo relacionan con personas adineradas o de pocos ingresos.
Si tenés certeza de un gasto, pero no contás con el monto exacto para verificarlo, da tu mejor aproximado, pero no dejés de incluirlo. Así mismo, agregá todo el dinero que recibirás a lo largo del año. Sea el obtenido con tu trabajo de tiempo completo, el trabajo freelance de vez en cuando, pensiones, remesas, ingresos por otros negocios y todo aquel dinero con el que contarás. Si tu ingreso es variable, hacé un estimado basándote en el año pasado.
Existe la posibilidad de que tus gastos serán mayores a tus ingresos. Si es así, deberás recortar. Al hacerlo, dale prioridad a lo importante, aquello imprescindible para vivir. Cuando lo tengás cubierto podrás darle entrada a tus pequeños gustos. Al final, la vida es para disfrutarla responsablemente.
Con el tiempo, tu disciplina y objetivos claros vas a tener una relación productiva con el presupuesto. No olvidés dejar un monto separado para el ahorro. Hay muchas razones que lo justifican: un fondo de emergencia -nunca se sabe lo que puede pasar-, la prima de una casa, la educación -propia o de los hijos-, y la más importante: para cuando estemos viejitos, la jubilación. No necesitamos más razones para comenzar con nuestro presupuesto. ¿Te animás?